Nos encontramos en una época complicada para el ser humano, algo provocado por nuestras propias acciones. La crisis climática actual, la pandemia del COVID 19, el delicado momento sociopolítico, la más que justificada demanda social por un mundo más justo e igualitario… todos estos son elementos que ponen de manifiesto la necesidad real de las personas de buscar nuevos modelos de vida sanos para el planeta y los seres que lo habitamos.
¿Os imagináis un movimiento que aunara los conceptos básicos del feminismo y la ecología? Que buscara promover la igualdad entre sexos con un reparto equitativo de las labores de cuidado y que promoviera la protección del medioambiente y del planeta en el que vivimos. Hoy venimos a hablaros de ecofeminismo.
¿Qué es el ecofeminismo?
Investigando hace un tiempo dimos con una corriente la cual «ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres»: el ecofeminismo. Este conjunto de teorías ha ido creciendo desde el s.XVII, esparciéndose entre diferentes movimientos ciudadanos. Dentro de esta corriente nos llamó en particular el discurso de Yayo Herrero (antropóloga y profesora) y de Alicia Puleo (filósofa feminista y catedrática). A esta última tuvimos la suerte de verla en directo en el I Congreso Internacional Ecofeminista.
Según el discurso de Yayo Herrero, el ecofeminismo es un diálogo entre el feminismo y la ecología. Históricamente, la vida humana se ha mantenido gracias a la relación de ecodependencia del ser humano con el planeta, de interdependencia de sus habitantes. Esto significa que todas y todos somos seres extremadamente dependientes del mundo en el que vivimos, cuyos recursos se agotan. De igual forma, las personas vivimos en cuerpos que también son finitos, los cuales tienen que ser cuidados en diferentes momentos del ciclo vital.
Como apunta Puleo, nuestra era geológica ha sido llamada el Antropoceno, la cual comenzó en el siglo XIX con la Revolución Industrial. «Este es el periodo geológico en el que la potencia técnica humana es capaz de transformar la faz de la tierra, para mal, no para bien, porque está destruyendo equilibrios ecositémicos producidos a lo largo de millones de años». Como ella misma plantea es momento de preguntarnos: «¿Qué rumbo queremos tomar? ¿Queremos seguir este rumbo o queremos pararnos a reflexionar y pensar en otro mundo posible?».
Recomponiendo modelos insostenibles
Tanto Herrero como Puleo coinciden en que los cuidados no han estado nunca repartidos, ni desde el punto de vista humano, ni desde el medioambiental. Históricamente, las labores de cuidado han recaído en su mayor parte en las mujeres, habiendo sido invisibilizada esta labor en muchos casos. En el plano medioambiental hemos ido destruyendo nuestro entorno de una forma paulatina (acrecentándose este proceso en el último siglo). Hemos roto el equilibrio que existía entre lo que el planeta es capaz de sostener y nuestro modelo de vida, adentrándonos cada vez más en un punto de no retorno, de colapso civilizatorio.
Como defiende Alicia Puleo, el ecofeminismo plantea que estas deben ser tareas compartidas. «Debe haber una coeducación, pues todos los seres humanos debemos aprender las tareas del cuidado y las virtudes y la emoción que está relacionada con estas labores, que es la empatía». Estar abierto a las necesidades y al sufrimiento de otras personas, el resto de seres vivos y los ecosistemas cambiará nuestra manera de hacer las cosas.
Para Herrero, el ecofeminismo busca «recomponer modelos que le han declarado la guerra a la vida». No habrá forma de crear algo nuevo, diferente, que confronte con los efectos más destructivos del capitalismo que no pase por comprendernos como seres ecodependientes. Esto debe pasar por entender que nos necesitamos unas personas a otras. Para ello es también fundamental repartir esas obligaciones de cuidado de una forma justa, corresponsable y equitativa, tanto de nuestros cuerpos finitos, como del entorno en el que vivimos. El ecofeminismo debería ser una mirada fundamental para «permitir la supervivencia de las mayorías sociales» y una herramienta indispensable para su emancipación.
Vidas que merezcan la pena vivirse
Entendemos que debemos reformular nuestro modo de vida y de relacionarnos, el cual ha demostrado que no puede sostenerse. Es importante situar como prioridad la vida humana, pero no cualquier tipo de vida sino «vidas que merezcan la pena vivirse». Necesitamos volver a plantear cuáles son las necesidades mínimas básicas que aseguren el bienestar del ser humano y el planeta en su globalidad, no de forma individual. Ha llegado el momento de preguntarse si lo que hasta ahora hemos entendido como calidad de vida puede defenderse desde el punto de vista ético y justo. No podremos hacerlo si las desigualdades entre hombres y mujeres perduran o si por ejemplo, para poseer un móvil de última generación, cada kilo del coltán con el que se fabrican estos, provoca la muerte de dos personas en el Congo.
Para que estas situaciones dejen de ocurrir es fundamental que seamos críticos con las decisiones que tomamos, replantearnos hábitos de vida, cuidado, consumo y poner soluciones de por medio. En este sentido, Puleo pone uno de los focos en la educación. Es muy importante que desde la enseñanza se transmita afectividad y amor por la naturaleza. Si con la educación ambiental no se incluye un valor sentimental de respeto por el planeta y el cuidado por las personas, «esta enseñanza no tendrá ningún resultado, pues no habrá implicación emocional».
En el plano antropológico estas decisiones pasan, en gran medida, por tomar la empatía como un valor principal de nuestras vidas, por tomar responsabilidades en los cuidados de nuestro entorno y de las personas de nuestro alrededor. Respecto a nuestro consumo y lo que afecta este al planeta, puede pasar por dejar de comprar ropa en Zara y empezar a hacerlo tiendas de comercio justo; buscar una marca de móviles cuya fabricación respete los derechos de sus trabajadoras; empezar a comprar la fruta de temporada en una tienda local en vez de comprar aguacates en El Corte Inglés; ir a hacer la compra con bolsas de tela reutilizables; apostar por tintas que respeten el medioambiente…
Un enfoque fundamental para el cambio
Desde Sirocografía creemos que la mirada ecofeminista es imprescindible para revertir esta situación de crisis humana y medioambiental. Es necesario que cambie nuestra manera de relacionarnos con el planeta, con el resto de humanos, volver a convertir nuestras vidas en vidas que disminuyan al máximo su impacto para el mundo y las personas. Queremos seguir investigando sobre este enfoque tan interesante como necesario, intentando descubrir nuevos modelos más justos y equitativos. ¿Qué os ha parecido la corriente ecofeminista? Nos interesa conocer vuestra opinión, tanto si habíais oído hablar de ella como si no. Toda información será buena para seguir aprendiendo, deconstruyéndonos y mejorando. Os leemos <3